lunes, 13 de septiembre de 2010

Lo supuestamente justo o legal

Querido Sr. Juez,


Me dirijo a usted para hacerle llegar mi más sincero pensamiento sobre nuestro futuro encuentro.


No sé si alguna vez se ha planteado casarse, y por supuesto no voy a preguntárselo,
porque esta claro quien pregunta y quien responde en nuestro dialogo comunicativo.
Pero si nos planteamos la situación, cualquier persona en dicho momento se dedica a pensar
lo que ha compartido con la persona que va a comprometerse,
incluso se recuerda las discusiones y lo insignificantes que fueron,
por supuesto se piensa en los planes, se elucubra sobre el futuro remoto,
se piensa en la reacción de la familia y a veces ni siquiera se le da importancia,
muchas parejas ponen todas las energías en decidir como celebrar el evento.
Pero en mi cabeza aparece usted, lejos de cuestiones personales, pienso en un desconocido
que por tanto, poco margen le deja de que usted me conozca a mi.

Si le soy sincera, yo no pensaba encontrarme en el trámite, ni el deseo de casarme,
pero los sentimientos por suerte no entienden de pasaportes, divisiones administrativas,
o requisitos de residencia. Así que si quiere pruebas de honestidad,
creo que no hay mayor prueba de entrega que estar dispuesto a cambiar ciertos ideales.
O por la otra parte, abandonar el lugar de residencia habitual a cambio de sentirte perdido,
de no entender el idioma, de tener que forjarte un nuevo entorno social, y que haya quien te
mire como distinto.

Tan lejos del concepto social de amor, se encuentran los conceptos del derecho legal,
situación paradójica donde las haya.
Y si no existieran personas con derechos de 1ª y personas con derechos de 2ª
yo no me encontraría en esta situación y usted tampoco.
Porque no existiría la necesidad de que hubiera personas que compren matrimonios,
ni de personas que acepten ese dinero, y no habria lugar para poner en duda
los compromisos personales, se que ya entro en demagogia.
por lo que me limitare a finalizar mi discurso, no sin antes decirle
desde el más profundo respeto, que nadie tiene la capacidad ni la autoridad de juzgar el amor.  

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